domingo, abril 18, 2010

Disfrutones

Teníamos muchos planes.
Tato me llevo a desayunar a Lavapiés a un bar estupendo.
Después me llevó a un rastro y nos dejamos emocionar delante de una montaña de casettes que recopilaba desde reportajes del national geographic hasta discursos del Papa.
Tato me compró un movil chino lleno de campanitas. Le dijo al polaco que cantaba copla con un bocadillo de salami en la mano: "Esto me lo pones también que la gusta a la nena". Después corrimos a su casa mientras los del camión que llevaba sus nuevos muebles antiguos nos rebasaban y se reían de nosotros.
Me encanta su barrio, como ellos me lo están enseñando. Tato y Sergio viven en calles paralelas y
son especialmente disfrutones. Y todos sabemos que la mejor manera de conocer un sitio es ir de la mano con alguien
que lo adore. Lavapiés podría ser tres calles más de ese Madrid que no conozco, pero ya no lo será.
LLovía de cuando en cuando pero yo solo escuchaba a tato decir: qué buena temperatura, hace un día la mar de agradable...
Pura filosofía disfrutona. Después tocamos el timbre de un sexto piso y al abrirse la puerta del ascensor descubrí un bar granaino con una terraza estupenda desde la que se veía donde empieza y termina Madrid. Cañas, gente cantando cantando en italiano de chichinabo, tapas, risas.
Para mi era una mezcla de imagenes entre Benidorm y el balcón de casa donde Isa y yo pasábamos las tardes de pequeñas disfrazadas.
Pasamos muchas horas allí haciendo planes y chistes. Después bailamos en un piso como si no hubiera un mañana, descalzos y contentos
....
El domingo tocó vida en el piso. Nuria me convocó en el salón a través del facebook. Aparecieron Jaime y Raul. Hicimos un buen repaso del corazón, hablamos de la nube volcánica, del inminente fin del mundo y vimos películas antiguas entre café y café, dibujando la tabla de limpieza mensual con rotuladores de colores. Nos lavamos el pelo . Escuché la Transversal.
Me dió tiempo a todo y lo mejor es que aún quedan días y días.

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