Me gustan la armónica porque se puede escuchar el suave soplido de unos pulmones. La penúltima vez que estuve en Madrid escuché el sonido de agua, pájaros y armónica que salía de la pequeña ventana de un baño con azulejos rotos, en el quinto piso. Alquien trataba de relajarse ahí, con la luz apagada, y a mi me transportó a otro lugar más bonito. Aquello debió ser una señal, todo se quedó inmóvil, y yo me senté en el suelo deseando que ese paréntesis no terminara durante muchos años. La armónica es un instrumento para encantar seres humanos.
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